Hace unos días se publicaba la reseña
"Yo también quiero ser bibliotecaria" en el blog
Torre de Babel. Me llamó mucho la atención que catalogara mi novela
LA ASOMBROSA BIBLIOTECARIA DE LITTLE ROCK como una
mezcla de romance y cozy mystery. La verdad es que, cuando estoy escribiendo un libro, no me planteo en qué subgénero romántico puede incluirse, sí es más o menos cómica, o hay más o menos intriga. Tal cual me lo comentaba mi admirada y querida
Rosario Raro respecto a la designación de su última novela,
La huella de una carta, como
domestic noir. Yo escribía y escribía y esto es lo que me salió, venimos a decir.
¿Que es eso del
cozy mystery? Pues el mundo cultural anglosajón, tan aficionado a etiquetar y clasificar, lo define como ese tipo de historias de suspense narradas en tono amable, con dosis de humor, en las que se suaviza el asunto criminal. Se caracterizan por la ausencia de sangre excesiva, violencia y escenas sexuales crudas, a diferencia de la novela negra, la intriga policiaca o el triller duro.
Mi preferido,
Eduardo Mendoza y su serie de libros protagonizados por el
detective sin nombre que se escapa de tanto en tanto del manicomio en el que vive para resolver un caso.
De las escritoras románticas, me viene a la memoria algunas históricas de
Amanda Quik,
El hombre perfecto de
Linda Howard o
Corazón intrépido de
Diana Palmer.
Yo traduzco el concepto a mi manera como
suspense cuqui (en mi inmensa ignorancia, ya que no sé una palabra de inglés). Hay artículos en Internet que explican las particularidades de este tipo de obras de ficción, por ello no voy a extenderme. Pero sí quiero hacer un repaso de algunas novelas y series de televisión, de las que guardo un grato recuerdo, y que se incluirían dentro de este subgénero de suspense amable.
Las primeras que recuerdo de ese tipo son las novelas del
padre Brown de
Chesterton.
Adoro las historias de
Mary Higgins Clark, su serie protagonizada por
Alvirah y Willy son un buen ejemplo de
cozy mystery: el matrimonio formado por una señora de la limpieza y un fontanero a los que, a punto de jubilarse, les toca la lotería y pasan de su apartamentillo de Queens a un pisazo en Central Park.
Me encanta cómo disfrutan de la vida, cómo siguen igual de humildes y generosos, y sobre todo cómo Alvirah emplea ese tiempo libre que no ha tenido en la vida en resolver misterios que no dejan de lloverles del cielo.
En la misma línea, recuerdo también las serie de novelas de
Ellis Peters protagonizadas por el
hermano Cadfael. Intriga histórica en el siglo XII.
En Italia, el prota cura que me encandiló durante muchas temporadas fue
Don Matteo, el párroco de Gubio y todos los misterios que resuelve en cada episodio de la serie de la RAI.
En España tenemos dos series de televisión que se podrían catalogar como cozy mystery, puesto que incluyen siempre un toquecillo de humor:
Olmos y Robles, en la que el tándem detectivesco es una pareja de guardiaciviles, y
Los misterios de Laura.
Otras series americanas que recuerdo en esta línea son
Castle, protagonizada por un escritor de novelas de intriga,
Monk,
Diagnóstico Asesinato (¡
Dyck van Dyke es sinónimo de sonrisa!).
Y mi preferida de entre todas ellas:
Se ha escrito un crimen, con la inolvidable
Jessyca Fletcher y su máquina de escribir novelas de misterio como los que ella misma resolvía en aquel apacible (o no tanto) pueblecito pesquero de Maine.
Y tras este repaso de mis series literarias y televisivas preferidas de suspense cuqui, comprenderéis lo encantada que estoy de que consideren como tal la trama misteriosa de
LA ASOMBROSA BIBLIOTECARIA DE LITTLE ROCK.
"Esa parte es todo muy loco, ¡muy loco!", me dijeron en la editorial cuando leyeron el manuscrito. El cuerpo me pedía locura y diversión, y no os imagináis cuánto me he divertido escribiendo esa parte de la historia.