La lectura da muchas alegrías. Yo leí
EL EFECTO STAR LUX, novela de Juan Ballester que me cautivó como pocos libros lo han logrado, y gracias al
concurso convocado por Arola Editors y a la buena suerte recibí el regalo maravilloso de viajar a Nueva York en compañía de mi familia. Durante una semana pude pisar los escenarios reales de mi novela
DELICIAS Y SECRETOS EN MANHATTAN, todas esas calles, edificios y rincones donde imaginé la historia de amor de Kenneth Callahan y Laura McKerrigan-Montero con la sola ayuda de fotografías y mapas de época.
Con la imaginación me trasladé a la Nueva York de 1919 y el pasado septiembre conocí esa misma Manhattan casi un siglo después de la época en que transcurre la trama.
"La gran dama miraba hacia Europa a la espera de los suyos..."
Si quieres conocer todos esos escenarios tal como los "vieron" los personajes de la novela, pincha en este enlace y disfruta de un paseo por la isla más cosmopolita, fascinante y vital de principios del siglo XX.
Pero aquí os quiero mostrar como son todos esos rincones de Manhattan hoy día para que comprobéis que algunos de ellos no han cambiado tanto a pesar de los casi cien años transcurridos.
Para empezar, ¿queréis saber dónde estaba el hotel Taormina? Como sabéis, es el único edificio imaginario de la novela. En los mapas de entonces la confluencia de las avenidas 3ª y 4ª con Bowery Str., chaflán a espaldas de Astor Place donde "se alza" el hotel de los Taviani, ya aparecía como zona arbolada. Y así continúa.
"El hotel ocupaba la segunda mejor esquina de Nueva York, la primera, indiscutiblemente, la ocupaba el Flatiron..." Increíble, majestuoso y ejemplo arquitectónico de cómo sacar partido a un solar irregular.
Poca gente sabe que la tipografía de la portada tiene un significado especial. En 1919 el rascacielos más alto de Nueva York era el 15 de Park Row, pese a que erróneamente se suele atribuir este mérito al Flatiron -dato que le debo a la traductora María José Losada-. Los creativos de Éride Ediciones decidieron alargar entonces la "H" del título en merecido homenaje a la "hache" indiscutible de la isla de Manhattan.
Sin cambiar ni un ápice su fisonomía, así era y es el soberbio puente Bown sobre el lago de Central Park, el lugar donde Phillip gustaba de escuchar el trino de los pájaros y otros sonidos que la ceguera le había enseñado a apreciar.
En la Gran Central Terminal tienen lugar dos importantes escenas para Laura, nuestra protagonista. Un reencuentro y una reconciliación que decidí situar justo allí porque el arquitecto de esta estación fue el valenciano Rafael Guastavino, y ya sabéis la importancia que tienen los emigrantes españoles en la novela. Todos, los que triunfaron gracias al arte y los que alcanzaron el sueño americano como modestos obreros.
Este es DELMONICO'S, en pleno distrito financiero, que se tiene por el restaurante más antiguo de América. Aquí acudieron a almorzar Laura y su primo Greg, y por casualidad en la puerta tuvo surgió el flechazo de éste último con Annette, la enfermera de sus sueños.
Este edificio lo ocupaba ya en 1919 La Nacional, Centro Español en Nueva York y allí sigue en 2012, en el corazón de la que fue la Little Spain de la calle 14 Oeste.
La realidad supera a la ficción. "Gracias a ellos (a los españoles) en muchos rincones de la ciudad eran populares los guisos de cuchara, el aguardiente de orujo, la tonadilla y los churros". No iba desencaminada cuando escribí ésto: churrería española al principio de Little Italy.
Al ladito justo había también un paella bar llamado "Socarrat", valenciano por supuesto... En fin, que un siglo después la presencia española se deja notar en la capital del mundo.
¿Os acordáis del hotel que poseía el padre de Laura en Nueva York? En él se alojan sus hijas al principio de la novela y en su lobby tienen lugar algunas escenas del final. En el 210 de la calle 55 Oeste, pegadito a Central Park se alza el hotel Dream y este sí es real, como el resto de edificios y enclaves -salvo el hotel Taormina- que se citan en la novela.
Los indios mohawk, de los que se decía que eran inmunes al vértigo, fueron y son los soldadores más reputados, a ellos se les encargaban los pisos más altos de los rascacielos. En el Empire State, que en la época en que transcurre la novela aún no se había construido, encontré esta foto en la exposición sobre su construcción. Ironworkers soldando en el piso 82, trabajo sólo apto para valientes.
"Acércate a Goddman's y cómprate un traje de tres piezas..." Allí pegada a Central Park sigue la centenaria sastrería.
"El vestíbulo del hotel bullía de actividad a esas horas. Los carros de latón dorado iban y venían..." Hay cosas que no cambian.
En la calle Mott, ese trozo considerado tierra de nadie entre Little Italy y Chinatown, fue donde Laura freía pollos junto a Kamesh y Kenneth fue a rescatarla... En cada esquina de Manhattan revivía pedacitos de mi novela.
Ya veis, imaginé una Manhattan fascinante y deliciosa, y ahora puedo asegura que lo es más, mucho más.