Hace unas semanas quise experimentar qué sucedería si me olvidase del teléfono por un tiempo. Y así lo hice, metí el móvil en un cajón. Durante 4 días no respondí llamadas, ni mensajes de whatsapp, me mantuve al margen de las redes sociales y no leí la prensa online.
Es una realidad que vivimos pendientes de las pantallas. Por eso a priori me preocupó esta ausencia temporal de noticias y mensajes de todo tipo. Reflexionando sobre ello, me dije que no soy médico de urgencias, mi vida no requiere que me mantenga en contínuo estado de alerta. Y, dada la situación de pandemia que me obliga a ir de casa al trabajo y del trabajo a casa, si me necesitan para algo muy urgente sáben cómo localizarme.
¿Qué sucedio durante estos cuatro días de aislamiento digital? Pues ¡nada! Ni el mundo se detuvo, ni yo me perdí nada importantísimo.
Dicen que el estrés es el mal silencioso del siglo XXI. Un continuo estado de alarma y sobrecarga que muchas veces desemboca en episodios de ansiedad. Dado el ritmo de vida que llevamos, los problemas personales inevitables y el cansancio pandémico que todos padecemos en mayor o menor grado, creo que es importante dedicarnos el tiempo que nos merecemos. Una manera de hacerlo es no sobrecargándonos la mente también de información.
No nos saturemos con mensajes, imágenes, comentarios, artículos, twitts... Las redes sociales son un medio excelente de comunicarnos con quienes tenemos lejos, de informarnos, de entretenernos, ¡¡de divertirnos!! Pero mi experiencia de estos días me ha enseñado que, cuando nos llegan a agobiar, tenemos que aprender a echar el freno. Dedicarnos ese tiempo para mimarnos, hacer lo que nos apetezca:
- Respirar... Aire puro. Un paseo en solitario o en buena compañía y disfrutar de la naturaleza
- Leer... Es viajar con la imaginación, vivir otras vidas, transportarnos en la máquina del tiempo. Conozco varias amigas muy lectoras que dejaron de hacerlo desde que se engancharon a Facebook, Instragram, Twitter y Wathsapp.
- Experimentar... Cocina, jardinería, costura, manualidades, skrapbook,... Las tareas manuales despejan la mente y alivian el estrés de un modo maravilloso.
- Un poco de ejercicio... En casa, al aire libre, en el gimnasio. Movernos es bueno y necesario. No hace falta que os recuerde que el sexo es el ejercicio más placentero de todos.
- Aprender... Lanzarnos y olvidar el consabido "no tengo tiempo" a esas clases de yoga, cocina, baile, idiomas o pintura que siempre dejamos para más adelante.
- Charlar... Conversar un rato largo con esa amiga en lugar de mensajearnos durante media hora de mensajes de texto.
- Vaguear... Qué sensación más grata la de no hacer nada porque sí, os aseguro que el mundo no se termina por ello. Los holandeses lo llaman Niksen, el arte de no hacer nada.
Mi conclusión es que las pantallas son geniales no se conviertan en una obligación. Y que es tiempo dedicado a nuestro bienestar nunca es tiempo perdido.
¿Y tú? ¿Has probado alguna vez a desconectarte? Me encantaría conocer vuestras experiencias.