martes, 31 de enero de 2017

Del libro al paladar: el cordero con ciruelas de LOS JUEGOS DEL HAMBRE



“Nunca cuestiono los motivos de Gale, mientras que con Peeta es todo lo contrario. En realidad, no es justo compararlos, porque Gale y yo nos unimos para sobrevivir, mientras que Peeta y yo sabemos que la supervivencia del otro significaría la muerte. ¿Cómo se puede pasar eso por alto?”


LOS JUEGOS DEL HAMBRE
Suzanne Collins
Ed. Molino, 2012

Ganar significa fama y riqueza. Perder significa una muerte segura. En una oscura versión del futuro próximo, doce chicos y doce chicas se ven obligados a participar en un reality show llamado “Los juegos del hambre”. Sólo hay una regla: matar o morir.
Cuando Katniss Everdeen, una joven de dieciséis años, se presenta voluntaria para ocupar el lugar de su hermana en los juegos, lo entiende como una condena a muerte. Sin embargo, Katniss ya ha visto la muerte de cerca; y la supervivencia forma parte de su naturaleza.

Este libro atrapa por su trama de acción y su narración casi cinematográfica. Está escrito tal como se entiende la novela juvenil actual: frases cortas, estilo directo y sintaxis sencilla. De otro modo no habría logrado acabarlo, y no porque la historia no me resulte atractiva, que me ha gustado mucho, sino por lo cuesta arriba que se hace la lectura cuando la heroína te cae mal desde el primer párrafo. Si además está narrado en primera persona y por ella… Pero a pesar de todo cerré el libro con ganas de leer el resto de la saga.
El planteamiento es el mismo que regía hace 2.000 años en el circo romano: combatir a vida o muerte; la victoria significa la gloria, la derrota conlleva la muerte y el olvido. Pero la originalidad reside en que esta lucha por sobrevivir transcurre en un futuro nada halagüeño ideado por la autora, transmitido a todo el país en directo por televisión. Suzanne Collins no lo dice, pero da suficientes pistas para que sepamos a qué Estado del Oeste ha trasladado el Capitolio y en que zona minera se encuentra el mísero distrito de los protagonistas. Los juegos, a diferencia de la antigua Roma, se decantan a favor de uno u otro combatiente de acuerdo con los niveles de audiencia; es decir, hay un ojo que todo lo ve que va moviendo los hilos, una dificultad añadida a las muchas que ya tienen los participantes.
Yo devoré el libro con miedo a encariñarme de alguno de los luchadores en los juegos, conociendo de antemano qué iba a ser de él. Y así pasó, pocas veces he sufrido tanto por culpa del destino de un personaje de ficción como con Rue. No desvelo más. Reconozco que en ocasiones se me hicieron pesadas las descripciones, en los momentos de descanso y “maquillaje”. En cuanto a los protagonistas, Katniss no me ha despertado ninguna simpatía porque no he acabado de entender el porqué de tanto resentimiento, desencanto y hostilidad cuando no es la única que ha sufrido en la vida. De hecho, su actitud ha logrado que Peeta –que también ha pasado lo suyo- me resulte doblemente admirable. Y aunque Gale es el prototipo de héroe de novela, me quedo con Peeta que a mis ojos reúne las cualidades del hombre ideal: honestidad, sencillez y sentido del humor irónico. Habla poco, pero cuando lo hace, ganas me daban de aplaudir.
 Instantes después del párrafo escogido, donde Katniss medita y compara su relación con uno y con otro, los protagonistas disfrutan de un cordero con ciruelas pasas sobre lecho de arroz salvaje. Me hizo gracia encontrarme esta receta en la imaginaria América del norte futurista, porque es uno de mis platos preferidos de la cocina marroquí. En cualquier caso, no os lo perdáis porque está delicioso.

CORDERO CON CIRUELAS

1 pierna de cordero troceada o en chuletas
4 cebollas
1 puñado de almendras crudas
1 litro de caldo
Ciruelas pasas
Sal, aceite, canela y cúrcuma
Pimienta negra y piñones


Cubrir de aceite el fondo de una cazuela de barro y sofreír las cebollas ralladas. Cuando esté dorada, añadir una cucharadita de canela, remover y añadir otra de cúrcuma.
Salpimentar la carne, colocar sobre el sofrito, cubrir de caldo y cocer a fuego lento una hora.
Añadir las ciruelas enteras y cocer hasta que la carne esté tierna. Freír a fuego lento en una sartén las almendras y los piñones con cuidado de que no se quemen. Echar sobre el guiso y servir.
Si se quiere igual que en Los Juegos del Hambre, hervir en agua con sal dos tazas grandes de arroz salvaje y otras dos de arroz bashmati (por separado), rehogar con un poco de aceite, por separado también, y servir en dos cuencos como acompañamiento.

Buen provecho y feliz lectura.

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