"—No es mi trabajo lo que me preocupa; si una puerta se cierra, otra se
abrirá. Si no es en Nueva York, puedo irme a trabajar a Pittsburgh con ellos.
—Ellos son soldadores.
—Si no lo lograra en las acereras, buscaría empleo en la gran fábrica de ketchup
—alegó tan campante." DELICIAS Y SECRETOS EN MANHATTAN, capítulo 9.
Cuando escribía
DELICIAS Y SECRETOS EN MANHATTAN y supe que el ketchup que hoy conocemos nació en Pittsburgh, por el cariño que tengo a mi querida peña española "LOS DE PATA NEGRA", quise hacer un pequeño homenaje a esta salsa mundialmente conocida. Pittsburgh no sólo fue la ciudad del acero donde tenían sus fábricas los grandes magnates de Nueva York en las que se fabricaban las vigas para la construcción de los rascacielos.
Juanjo y Rachael, de la Peña Los de Pata Negra, que me enviaron
este recuerdo suyo con la novela y del Heinz Stadium de Pittsburgh, el famoso campo de futbol americano
El artífice fue un alemán, Henry John Heinz, que tuvo la idea de comercializar a escala industrial las recetas de conservas de su madre.
Henry John Heinz
Empezó con rábanos, luego con pepinillos, hasta que en 1876 añadió tomate a la receta de una salsa inventada en China y que los marinos ingleses llevaron a Inglaterra en el siglo XVII.
Publicidad del s. XIX de los pepinillos Heinz
Henry John Heinz no tuvo que luchar con competidores, ya que apostó siempre por la calidad. Su principal escollo consistió en vencer la arraigadísima costumbre de las amas de casa estadounidenses de elaborar sus propias conservas caseras. En las grandes ciudades, por el tipo de vida más rápido, el ketchup embotellado se popularizó enseguida.
Fábrica de Pittsburgh a finales del XIX
Heinz no sólo fue un buen fabricante sino un visionario; como muestra esta anécdota: el primer luminosos de neón que se exhibió en Times Square fue el de los pepinillos en conserva Heinz nada menos que en 1915.
Esquina de Times Square con Brodway en 1915
Como pequeño mérito español a este invento, Heinz compró en 1940 una empresa mexicana de conservas, cuyos dueños eran españoles, y adquirió de ese modo una nueva receta para su salsa que es la que hoy seguimos consumiendo.
Heinz fue uno de tantos ejemplos de inmigrante emprendedor que logró el sueño americano y, cómo son las cosas, lo logró con una modesta salsa de tomate embotellada que hoy está presente en casi todas las neveras del mundo, en todos los restaurantes de comida rápida e incluso en la Estación Espacial Internacional.
"—Carne de dudosa procedencia, patatas fritas a la francesa regadas con
tomate embotellado y bebida dulce —enumeró cambiando de tema—. Al final acabará
poniéndose de moda." DELICIAS Y SECRETOS EN MANHATTAN, capítulo 7.
Pues sí, tal como decía Phillip en la novela, acabó poniéndose de moda y todo indica que durará muchos siglos más.
Fuentes:
Heinz
Foodimentary